«El amor intenta entender, convencer, vivificar. Por este motivo, el que ama se transforma constantemente. Capta más, observa más, es más productivo, es más él mismo.» El arte de amar es uno de los títulos clave en la bibliografía de Erich Fromm. En él, el filósofo alemán no pretende un manual ni una guía. Fromm considera el amor no como una sensación placentera de autosatisfacción sino como un arte hacia los demás que requiere un conocimiento y un esfuerzo. ¿Qué significa amar? ¿Cómo desprendernos de nosotros mismos para experimentar este sentimiento…? Fromm nos explica que el amor no es sólo una relación personal, sino un rasgo de madurez que se manifiesta en diversas formas: amor erótico, amor fraternal, amor filial, amor a uno mismo… Nos dice también que el amor no es algo pasajero y mecánico, como a veces nos induce a creer la sociedad de hoy. Muy al contrario, el amor es el fruto de un aprendizaje. Por ello, si queremos aprender a amar debemos actuar como lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte.
http://www.planetadelibros.com/el-arte-de-amar-libro-19654.html
10- JUGAR EN EQUIPO
Si a cualquiera nos preguntaran cuáles han sido las experiencias más enriquecedoras de nuestra vida, las que mejor conservamos en la memoria y recordamos con mayor satisfacción, casi siempre nos referiremos a vivencias personales dentro de un conjunto de personas a las que apreciamos. Quizá sea la familia, o un equipo de trabajo, o un grupo de personas dentro de un determinado ámbito cultural, o de un deporte, o de lo que sea.
Saber compartir, hacer equipo, sentirse unido a otras personas, es siempre gratificante, y también de ordinario un buen acicate para esforzarse, para mejorar. La presencia de otros nos inspira y estimula a un nivel quizá difícilmente accesible para nosotros yendo en solitario. De los demás aprendemos muchas cosas que nos enriquecen enormemente, y por ayudarles a veces nos sorprendemos haciendo cosas que quizá incluso no haríamos ni por nosotros mismos.
Los demás son un elemento decisivo en nuestra mejora personal. Es cierto que la fuerza para cambiar depende en gran parte de uno mismo. Pero también sabemos que las personas que nos rodean pueden ayudarnos o estorbarnos mucho en ese camino. La capacidad para cambiar se ve reforzada cuando sabemos convivir con los demás, cuando sabemos trabajar en equipo, cuando logramos estar cercanos a las personas que componen nuestro entorno.
El que se esfuerza dentro de un ámbito de confianza e ilusión, bien integrado entre personas a las que aprecia, normalmente se esfuerza más y mejor. Y eso suele producir un benéfico efecto feedback. Cuanto más das, más recibes, y mejor clima de colaboración y apoyo logras, lo cual siempre refuerza la satisfacción de todos.
Se trata de saber integrarse lo mejor posible en los ámbitos de relación en los que participemos. Como ha escrito Anthony Robbins, todos jugamos en varios equipos: la familia, nuestro entorno profesional, nuestra ciudad, nuestra cultura, nuestro país, la humanidad entera. Puede uno quedarse sentado en el banquillo y mirar, o bien levantarse y jugar. Y es mucho mejor jugar. Compartir nuestro mundo con otros. Cuanto más demos, más nos será dado. Cuanto más participemos, más daremos y más recibiremos.
Y también hay que saber elegir equipo. Como recuerda el dicho popular, la ley más universal es la ley de la gravedad, que tiende a llevarnos hacia abajo, y nos hace abandonar muchos retos que deberíamos plantearnos. Si sabemos rodearnos de personas positivas, con deseos de mejorar, con ilusión por hacer rendir sus talentos en servicio a los demás, entonces nos veremos nosotros mismos mucho más estimulados. Si logramos jugar en un equipo así, eso es extremadamente valioso. Por eso es vital rodearse de personas que nos lleven a ser una persona mejor cada día.
La felicidad y el acierto en el vivir no depende de lo que tenemos, sino más bien de lo que somos, de cómo vivimos. Y lo que hacemos con lo que tenemos determina en gran medida cómo vivimos, hasta en detalles mínimos. Por ejemplo, si somos generosos con una persona que ha hecho bien su trabajo, y le tratamos como merece, eso nos hace mejores a nosotros y a él. Y esto es aplicable a casi todo. Deberíamos hacer una reflexión personal sobre esto. ¿Y si hiciera el propósito agradecer siempre con calor cualquier favor que recibo, o cualquier servicio que me hagan, por pequeño que sea? ¿Y si dedicara más tiempo a hacer la vida agradable a quienes me rodean? ¿Y si llamara de vez en cuando a mis amigos y familiares, sin necesidad grandes motivos, aunque sólo sea para interesarme por ellos? ¿Y si hiciera el propósito de hacer un donativo, aunque sea modesto, a la medida de mis posibilidades, cuando tenga noticia de un proyecto interesante? Es un estilo de vida. No es cuestión de tener mucho tiempo ni mucho dinero. Es cuestión de cómo administro lo que tengo, sea poco o mucho. De decidir con acierto a qué dedico mi tiempo y mis recursos. De no dejarme llevar por la rutina, sino procurar poner en mi vida un poco más de ingenio y de reflexión.
9- INTERDEPENDENCIA PERSONAL
Todos hemos venido al mundo como niños totalmente dependientes de otros. Hemos sido dirigidos, educados y sustentados por otros durante bastante tiempo, y está claro que si no hubiera sido así no habríamos vivido más que unas pocas horas, o a lo sumo unos pocos días. Después, nos fuimos haciendo cada vez más independientes. Se podría decir que nos fuimos haciendo cargo gradualmente de nosotros mismos.
Una persona con una dependencia física (un paralítico o un enfermo de Alzheimer, por ejemplo), necesita ayuda de los demás. Una persona que sea muy dependiente emocionalmente, tomará sus decisiones y se sentirá segura muy en función de la opinión de los demás, de lo que otros piensen de él. Una persona que sea muy dependiente intelectualmente, cuenta con que otros piensen y decidan por él ante los principales problemas de su vida.
En cambio, una persona independiente se desenvuelve por sus propios medios, tiene su propia opinión sobre las cosas y sus propias pautas para la construcción de su vida.
Sin embargo, esa independencia personal, que es un logro decisivo en la vida, ha de tener también su justa medida. Porque ser absolutamente independiente no parece que sea el gran paradigma de la existencia. Entre otras cosas, porque los más altos logros de nuestra naturaleza tienen siempre que ver con nuestra relación con los demás. La vida humana lograda es de por sí —por llamarlo de alguna manera— interdependiente.
La sensibilidad de este final de siglo ha entronizado a veces de modo exagerado la independencia, como si fuera la más grande meta humana y una garantía segura de felicidad. Sin embargo, un mal entendido afán de independencia puede en muchos casos acabar en dependencias mucho más amargas.
Por ejemplo, la que se ve en esas personas que abandonan su matrimonio y sus hijos en nombre del amor y la independencia, aunque en el fondo lo hacen por razones egoístas bastante fáciles de suponer. O en la de aquellos que desatienden a su familia, o traicionan a sus amigos, o renuncian a sus principios, en razón de un desmedido afán de afirmación personal en su trabajo, de ganar más dinero o de alcanzar mayores cotas de poder. O la que se ve en aquellos otros que hablan de romper las cadenas, liberarse, vivir la propia vida..., y en realidad están con ello sujetándose a otras cadenas que suponen dependencias mucho más fuertes, porque son dependencias que están en su interior: en una búsqueda egoísta de placer o comodidad, en una renuncia a enfrentarse a la propia responsabilidad, o en echar la culpa a los demás de todo lo que les resulta difícil en sus vidas.
La independencia personal nos hace actuar por cuenta propia, en vez de entregar a otros el control de nuestra vida, y eso es un logro muy importante. Pero no es suficiente como meta final de una vida. Parece claro que conviene siempre añadir a la independencia una buena dosis de sensatez y buen criterio, para no caer en la idiotez independiente, que no por independiente deja de ser idiota.
La vida, por naturaleza, es interdependiente. El hombre no puede buscar la felicidad poniendo la independencia como valor central de su vida. De entrada, porque cualquier logro en la vida afectiva de una persona pasa necesariamente por depender en cierta manera de su mujer, su marido, sus hijos, sus amigos, su proyecto profesional, etc. Por otra parte, todos necesitamos depender también de unos principios, ideales y valores personales acertados.
En definitiva, se puede ser independiente y comprender que se avanza más trabajando en equipo, que necesitamos enriquecer nuestro pensamiento con los de otras personas, que hay que ser fiel a unos valores seguros, o que todo hombre necesita dar y recibir afecto. La vida ha de plantearse buscando compartirla profunda y significativamente con otros, y esto siempre supone un contrapunto a un afán de independencia mal entendido.
http://www.interrogantes.net/Contar-con-los-demas/menu-id-1.HTMLUna persona con una dependencia física (un paralítico o un enfermo de Alzheimer, por ejemplo), necesita ayuda de los demás. Una persona que sea muy dependiente emocionalmente, tomará sus decisiones y se sentirá segura muy en función de la opinión de los demás, de lo que otros piensen de él. Una persona que sea muy dependiente intelectualmente, cuenta con que otros piensen y decidan por él ante los principales problemas de su vida.
En cambio, una persona independiente se desenvuelve por sus propios medios, tiene su propia opinión sobre las cosas y sus propias pautas para la construcción de su vida.
Sin embargo, esa independencia personal, que es un logro decisivo en la vida, ha de tener también su justa medida. Porque ser absolutamente independiente no parece que sea el gran paradigma de la existencia. Entre otras cosas, porque los más altos logros de nuestra naturaleza tienen siempre que ver con nuestra relación con los demás. La vida humana lograda es de por sí —por llamarlo de alguna manera— interdependiente.
La sensibilidad de este final de siglo ha entronizado a veces de modo exagerado la independencia, como si fuera la más grande meta humana y una garantía segura de felicidad. Sin embargo, un mal entendido afán de independencia puede en muchos casos acabar en dependencias mucho más amargas.
Por ejemplo, la que se ve en esas personas que abandonan su matrimonio y sus hijos en nombre del amor y la independencia, aunque en el fondo lo hacen por razones egoístas bastante fáciles de suponer. O en la de aquellos que desatienden a su familia, o traicionan a sus amigos, o renuncian a sus principios, en razón de un desmedido afán de afirmación personal en su trabajo, de ganar más dinero o de alcanzar mayores cotas de poder. O la que se ve en aquellos otros que hablan de romper las cadenas, liberarse, vivir la propia vida..., y en realidad están con ello sujetándose a otras cadenas que suponen dependencias mucho más fuertes, porque son dependencias que están en su interior: en una búsqueda egoísta de placer o comodidad, en una renuncia a enfrentarse a la propia responsabilidad, o en echar la culpa a los demás de todo lo que les resulta difícil en sus vidas.
La independencia personal nos hace actuar por cuenta propia, en vez de entregar a otros el control de nuestra vida, y eso es un logro muy importante. Pero no es suficiente como meta final de una vida. Parece claro que conviene siempre añadir a la independencia una buena dosis de sensatez y buen criterio, para no caer en la idiotez independiente, que no por independiente deja de ser idiota.
La vida, por naturaleza, es interdependiente. El hombre no puede buscar la felicidad poniendo la independencia como valor central de su vida. De entrada, porque cualquier logro en la vida afectiva de una persona pasa necesariamente por depender en cierta manera de su mujer, su marido, sus hijos, sus amigos, su proyecto profesional, etc. Por otra parte, todos necesitamos depender también de unos principios, ideales y valores personales acertados.
En definitiva, se puede ser independiente y comprender que se avanza más trabajando en equipo, que necesitamos enriquecer nuestro pensamiento con los de otras personas, que hay que ser fiel a unos valores seguros, o que todo hombre necesita dar y recibir afecto. La vida ha de plantearse buscando compartirla profunda y significativamente con otros, y esto siempre supone un contrapunto a un afán de independencia mal entendido.
8- TOMAR GRANDES DECISIONES
Os dejo estas reflexiones de http://www.rinconpsicologia.com/p/temas-de-psicologia.html
Es importante saber tomar decisiones
La técnica de la brújula: Un arma para tomar grandes decisiones
Napoleón dijo:
“nada es más difícil y, por tanto, más preciado, que la habilidad de saber tomar decisiones”.
La técnica de la brújula en realidad es muy sencilla y se basa en cinco preguntas fundamentales, preguntas que deberías plantearte cada vez que necesites tomar una decisión importante. Eso sí, sería de gran utilidad que escribieses todo en un papel, a veces poner las cosas en blanco y negro es de gran ayuda.
“nada es más difícil y, por tanto, más preciado, que la habilidad de saber tomar decisiones”.
La técnica de la brújula en realidad es muy sencilla y se basa en cinco preguntas fundamentales, preguntas que deberías plantearte cada vez que necesites tomar una decisión importante. Eso sí, sería de gran utilidad que escribieses todo en un papel, a veces poner las cosas en blanco y negro es de gran ayuda.
1. ¿De dónde vienes? No se refiere a tu ciudad de origen sino a tus circunstancias. Es decir, cuál es tu formación, cuáles son tus orígenes, cuáles son los eventos más significativos de tu vida que te han llevado a ese punto en el camino. Es como recrear tu vida en pocos eventos o decisiones, los que verdaderamente han marcado tu rumbo.
2. ¿Qué es verdaderamente importante para ti? Escribe cuatro cosas a las que no podrías renunciar en tu vida, sin los cuales tu existencia no volvería a ser igual. Estos son tus cuatro puntos cardinales.
3. ¿Quiénes cuentan realmente en tu vida? Se refiere a las personas que pueden influenciar realmente tus decisiones, esa gente a la que escuchas y en las cuales confías.
4. ¿Qué te detiene? De seguro no has tomado una decisión porque hay algo que te da miedo, algún obstáculo o persona que te mantiene bloqueado en tu situación actual. Escribe todos esos problemas que te detienen.
5. ¿Qué te motiva? De la misma forma, deben existir aspectos de la nueva situación que te motivan, que te resultan atractivos. Escríbelos.
Las seis vías de acción
Una vez que has clarificado las cosas realmente importantes de tu vida y que conoces los obstáculos y los aspectos que te motivan, ha llegado el momento de tomar una decisión. En este sentido, la técnica de la brújula nos plantea seis vías de acción.
1. La vía que te fascina. ¿Cuál es la decisión que más te subyuga, la que te fascina completamente? Si en el pasado has seguido tu instinto y has tenido éxito, si te encanta experimentar nuevas experiencias y si las personas significativas para ti te sostienen; entonces existen grandes probabilidades de que está sea la vía más adecuada.
2. La vía que siempre has soñado. A veces esta vía no es la más sencilla pero es la que se corresponde con tus aspiraciones, sistema de valores y creencias. Si la vas a elegir, necesitarás tener una motivación muy sólida ya que a menudo demandará sacrificios.
3. La vía racional. ¿Qué te sugieren las personas en las que confías, esas que normalmente toman decisiones cautelosas y lógicas? Si para ti es importante la seguridad y quieres reducir el nivel de riesgo, esta es la solución mejor.
4. La vía conocida. Si eres una persona apegada a las costumbres y los hábitos son importantes para ti, quizás seguir por un camino conocido sea la mejor opción. Eso sí, aportando los cambios necesarios.
5. La vía desconocida. Si cada día que transcurres en una dirección es sofocante, angustioso y desgastante, probablemente necesitarás emprender una vía desconocida. Después de todo, ¡no puede haber nada peor de lo que estás viviendo!
6. La vía del retorno. A veces la solución no está en seguir adelante sino en volver atrás y rediseñar nuestros objetivos y metas. Solo saldando las cuentas con el pasado podemos continuar adelante.
Aunque la técnica de la brújula hace referencia a tomar un solo camino, en verdad a veces algunas de estas vías se yuxtaponen. Por ejemplo, puede ser que la vía que te fascine también sea un camino desconocido o que primero necesites emprender la vía del retorno para después continuar adelante. Lo verdaderamente interesante de la técnica de la brújula es que te permite poner en blanco y negro todos los aspectos importantes para tomar una decisión. Después, obviamente, todo quedará en tus manos.
7- FUERZA DE VOLUNTAD
El esfuerzo que nos supone realizar ciertas cosas requiere tener energía y determinación para no caer en el desánimo.
Uno a uno. Cumplir a la vez varios objetivos que exijan mucho autocontrol puede resultar casi imposible. Según Sandra Aamodt, editora jefe de la prestigiosa revista Nature Neuroscience, hay varias actividades que pueden agotar rápidamente nuestra fuerza de voluntad: resistirnos a probar ciertas comidas o bebidas, reprimir respuestas emocionales, hacer un examen, dormir poco y tratar de impresionar a alguien. Y, por lo tanto, es mejor no hacerlas todas a la vez.
http://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/7-formas-de-aumentar-tu-fuerza-de-voluntad
6- COSAS DE LA FELICIDAD
Música para sonreir. Escuchar música alegre no solo aumenta la sensación de felicidad y dibuja una sonrisa en nuestro rostro. También incrementa nuestra capacidad para percibir caras felices alrededor, a veces incluso cuando no hay rostros sonrientes que detectar, tal y como demostraba un estudio de la Universidad de Gronigen publicado en la revista PLoS One. Las canciones tristes, según la investigación, tienen el efecto opuesto.
Felicidad según el género. En primaria, los niños son más felices que las niñas. En concreto, según un estudio de la Universidad de Ulster (Irlanda), solo una cuarta parte de los chicos se sienten felices leyendo, escribiendo y acudiendo a la escuela, mientras que el 44% se describen como "completamente felices" realizando estas mismas actividades. Sin embargo, al final de nuestras vidas las mujeres se sienten más infelices y descontentas con los logros alcanzados. Concretamente, las mujeres son más felices hasta los 47 años de edad, y a partir de ese momento los hombres les toman el relevo, según publicaba Anke Plagnol, de la Universidad de Cambridge, en la revista Journal of Happiness Studies.
A más televisión, menos felicidad. Lo que haces en tu tiempo libre define cómo de feliz eres. Un estudio de la Universidad de Maryland basado en datos de tres décadas demostró que las personas felices suelen pasar implicarse más en actividades sociales, dedican más tiempo a leer el periódico y acuden más a las urnas a la hora de votar que las personas infelices. Estas últimas, sin embargo, dedican la mayor parte de su tiempo a ver la televisión.
Experiencias nuevas. Un estudio estadounidense dado a conocer en Personality and Social Psychology Bulletin desvelaba que para mantener un estado permanente de felicidad hacen falta dos cosas: tener experiencias nuevas que supongan cambios positivos y apreciar lo que tenemos en lugar de desear muchas cosas. Dicho de otro modo, la variedad es "la salsa de la vida", y la felicidad no consiste tanto en obtener lo que uno desea sino en valorar lo que se tiene.
Ser feliz alarga la vida. Según un análisis publicado en la revista Journal of Happiness Studies a partir de 30 estudios, la felicidad prolonga la existencia de las personas sanas porque evita que caigamos enfermos. Los investigadores lo atribuyen, por un lado, a que la infelicidad crónica causa estrés y altera el funcionamiento del sistema inmune, y por otra parte a que cuando nos sentimos felices somos más propensos a escoger un estilo de vida saludables. Una investigación de la Universidad de Nebraska realizada con 10.000 adultos también confirmaba que las personas felices y satisfechas con su vida gozan de mayor salud y padecen menos enfermedades crónicas.
Felicidad según el género. En primaria, los niños son más felices que las niñas. En concreto, según un estudio de la Universidad de Ulster (Irlanda), solo una cuarta parte de los chicos se sienten felices leyendo, escribiendo y acudiendo a la escuela, mientras que el 44% se describen como "completamente felices" realizando estas mismas actividades. Sin embargo, al final de nuestras vidas las mujeres se sienten más infelices y descontentas con los logros alcanzados. Concretamente, las mujeres son más felices hasta los 47 años de edad, y a partir de ese momento los hombres les toman el relevo, según publicaba Anke Plagnol, de la Universidad de Cambridge, en la revista Journal of Happiness Studies.
A más televisión, menos felicidad. Lo que haces en tu tiempo libre define cómo de feliz eres. Un estudio de la Universidad de Maryland basado en datos de tres décadas demostró que las personas felices suelen pasar implicarse más en actividades sociales, dedican más tiempo a leer el periódico y acuden más a las urnas a la hora de votar que las personas infelices. Estas últimas, sin embargo, dedican la mayor parte de su tiempo a ver la televisión.
Experiencias nuevas. Un estudio estadounidense dado a conocer en Personality and Social Psychology Bulletin desvelaba que para mantener un estado permanente de felicidad hacen falta dos cosas: tener experiencias nuevas que supongan cambios positivos y apreciar lo que tenemos en lugar de desear muchas cosas. Dicho de otro modo, la variedad es "la salsa de la vida", y la felicidad no consiste tanto en obtener lo que uno desea sino en valorar lo que se tiene.
Ser feliz alarga la vida. Según un análisis publicado en la revista Journal of Happiness Studies a partir de 30 estudios, la felicidad prolonga la existencia de las personas sanas porque evita que caigamos enfermos. Los investigadores lo atribuyen, por un lado, a que la infelicidad crónica causa estrés y altera el funcionamiento del sistema inmune, y por otra parte a que cuando nos sentimos felices somos más propensos a escoger un estilo de vida saludables. Una investigación de la Universidad de Nebraska realizada con 10.000 adultos también confirmaba que las personas felices y satisfechas con su vida gozan de mayor salud y padecen menos enfermedades crónicas.
www.muyinteresante.es
5- ACTIVIDADES PARA MEJORAR EL ESTADO DE ÁNIMO
INSPIRULINA.COM
Según una encuesta llevada a cabo por la revista Time y otro estudio realizado por el psicólogo y economista Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía en 2002, las actividades más populares para mejorar nuestro estado de ánimo son las siguientes:
- Socializar. Es bueno estar en contacto con la gente. Sabemos que el hombre es un ser social por naturaleza. Por tanto, si la red de amigos no es amplia es conveniente tomar la iniciativa y apuntarse a actividades que permitan estrechar vínculos. El aislamiento, salvo excepciones, va consumiendo a la persona y fomenta una visión más pesimista de la vida. Eduardo Punset escribía en un artículo: «La falta de una red de amigos y familiares repercute en la salud tanto como el tabaquismo».
- Ayudar a otros. El pupilo dice: «Maestro, estoy muy desanimado, ¿qué puedo hacer?». La respuesta no se hace esperar: «Animar a los demás». Y es que echar una mano a otros es ayudarse a sí mismo. Así lo demuestran diferentes estudios como los realizados en la Universidad de Michigan con James House a la cabeza, que confirman que cuanto más implicada está una persona con una determinada causa social, aumenta significativamente las expectativas de vida.
- Ejercicio físico. El clásico mens sana in corpore sano no es sólo un tópico sino una verdad contrastable empíricamente. El doctor Kenneth H. Cooper, fundador de The Cooper Institute, define el ejercicio físico como «el método para poner más años a la vida y más vida a los años». Cuando la máquina del cuerpo no está engrasada es muy difícil tener una disposición optimista de la vida.
- Escuchar música. Según un estudio llevado a cabo en la Universidad de Maryland Medical Center, escuchar nuestra música preferida es bueno para nuestro sistema cardiovascular. La música genera una sensación de bienestar en la persona que actúa en el organismo activando la segregación de óxido nítrico. Es decir, las emociones que despierta la música permiten la dilatación del tejido de revestimiento interior de los vasos sanguíneos lo que favorece la circulación.
- Contacto con animales. Los profesionales de la medicina han constatado a través del TACA (Terapia Asistida Con Animales) que cuando las personas interactúan con animales sienten una sensación de unidad con la vida y la naturaleza; una energía positiva y curativa conocida como biophilia, traducido como amor a la vida. Los animales ayudan a las personas a sentirse menos solas y deprimidas; ofrecen un entretenimiento que les ayuda a olvidarse de sus problemas y promueven la conversación con ellos al compartir pensamientos y sentimientos.
- Meditación. Por meditación entendemos distintas técnicas y métodos de control de la respiración y los pensamientos. Practicar la meditación frena la ansiedad y el estrés y nos lleva a un estado de calma y paz interior que nos sirve para conectar con nosotros mismos y con el Universo. Ello favorece la relajación muscular, la mejora de la circulación o el reforzamiento del sistema inmunitario, entre otros beneficios.
4- AUTOESTIMA
Hola,
El tema de la autoestima es importante; nos condiciona y afecta a nuestro comportamiento. Me gustaría dejaros algunas ideas que escribí del tema:
No es necesario ser una Madame Bovary, como
la que describe Gustave Flaubert, para echar mano de un cierto valor en
momentos difíciles. En el libro de este autor vemos como es posible adentrarse
en el alma humana a pesar de su complejidad. Conocemos la historia de una mujer
que pelea contra lo establecido, contra las convenciones sociales de su época,
peleando por hacer distinto su futuro.
“Emma
se aleja del difuso romanticismo que apenas hacía posible algún insatisfactorio
acceso a la pasión, recaba el valor de sus deseos y vive ajena a la conciencia
moral que pudiera promover remordimientos. Vive con sinceridad, dueña de sus
contradicciones y zozobras, sin cinismo.
La
heroína busca su plenitud vital, pero esa vitalidad no se adecua a las
convenciones sociales que rigen en su tiempo.
En el
libro La casa veneciana, de Mary Nickson, Victoria se queja hablando con
su nonna, con su abuela griega, llamada Evanthi. Considera que ha
actuado estúpidamente al haberse comportado de forma cobarde en su vida. Le
pide a su abuela para consolarse que le cuente cosas que le hagan olvidar
aunque sea sólo por un rato su desdicha,
esa amarga sensación que tiene de que sus acciones sólo han ido orientadas a
sentirse segura en la vida al ver difícil luchar por lo que de verdad anhelaba.
Igualmente, en El secreto de la sirena (The mermaid chair),
de Sue Monk Kidd, Jessie Sullivan comienza el libro definiéndose como una mujer
que sobre todo es esposa y madre, papel que lleva desempeñando media vida; como
una mujer sin ambigüedades, sin deseos de cambiar su universo. Estaba adaptada
a su espacio, el cuál era pequeño, en realidad. Todo eso, hasta el momento en
el que se volvió a enamorar. La protagonista del libro dice que sus días
transcurrían tranquilamente, pero sin pasión, que se le escurrían fluyendo
entre sus dedos. Cuenta que a su edad, cuarenta y dos años, nunca había hecho
nada que le dejara realmente sin respiración, lo cual se convirtió en un
problema real para ella. En su fuero interno sabía que a esas alturas de su
vida necesitaba algo que la salvara y la hiciera respirar de nuevo.
A veces somos nosotros mismos los que nos
cerramos la puerta de la felicidad, simplemente por tener demasiado miedo. Ese
miedo nos impide actuar en el momento adecuado para conseguir aquello que
queremos. Ya es bastante complicado que la gente nos ponga las cosas fáciles
como para que creemos trabas nuevas. Una de ellas es la poca confianza que a
veces tenemos en nuestras posibilidades; nos minusvaloramos más de lo debido.
Hay
que tener claro que si no nos arriesgamos alguna vez, no podremos conseguir
nada que merezca la pena, en cualquier faceta de nuestra vida. No se puede
tener siempre la impresión de que no valemos, de autocompasión... es lo peor
que podemos hacer.
Y, es
que, todo este miedo nos sobreviene demasiado a menudo.
Cuántas ideas, iniciativas, no se han llevado a cabo porque se ha
preferido no arriesgar, ni pasarlo mal. No se ha querido hacer el esfuerzo de
superar la barrera del miedo al fracaso y lo hemos dejado pasar. Está claro que
nadie quiere sufrir y tendemos a la comodidad, a la seguridad, al más vale
malo conocido..., pero conseguiríamos más cosas si pudiéramos cambiar esa
forma de pensar. Quizás es que le damos demasiada importancia a todo, y no
queremos perder lo mucho o poco que haya que poner en juego para avanzar, no
sólo en el plano material, sino especialmente en el moral. Cuando lo que está
en juego son cosas como nuestra autoestima, por ejemplo, no se apuesta tan
fácilmente.
Esto
ocurre cuando incluso las posibilidades de fracaso no son tan elevadas, y
podríamos fácilmente ganar. Pero no se ven las cosas claras y nos echamos para
atrás. Nos excusamos nosotros mismos,
diciendo que en realidad, esto o lo otro no nos convenía, que no era tan
importante, que estamos mejor sin cambiar.
Fernando Trías de Bes escribió para el diario español El País el
artículo No tenga miedo a equivocarse. En él dice que de los errores se
aprende, se saca experiencia y pueden ayudar para ver otras salidas a la
situación que queremos afrontar que antes no nos habríamos planteado, por lo
que no hay que ver los fracasos como algo estrictamente negativo, sino que hay
que saber darles la vuelta y convertirlos en aprendizaje. Pone el ejemplo de la
infancia, donde el concepto de error no está establecido como en edades más
avanzadas, por lo que tienen abierto un abanico más amplio de opciones que
experimentar, aunque algunas de ellas los adultos ya sabemos que no son
válidas. Perdemos posibilidades al clasificarlo todo en erróneo o acertado. Nos
limita la creatividad y el poder de desarrollo. Crea sobre todo inhibición y
miedo al fracaso.
F.
Trías de Bes pone el ejemplo del movimiento cubista, que tiene a representantes
tan importantes como Pablo Picasso o Juan Gris, en el cual la deformación de
las figuras, el juego con distintas perspectivas, lo convirtió en un estilo
nuevo.
El autor del artículo también
habla de otras cuestiones, como de la disonancia cognitiva de nuestro cerebro;
es decir, el mecanismo por el cuál tiende a apartar aquello que juzgamos
incorrecto como mecanismo de supervivencia, ya que la mayoría de nosotros
tendemos a buscar seguridad. Esto choca con el comportamiento de grandes
creadores, los cuales se fijaban precisamente en aquellas cosas que les
resultaban chocantes u originales. Cuenta que hasta Darwin lo anotaba todo,
pues era consciente de que no daría con una teoría que modificase
radicalmente la concepción del origen de la vida en la Tierra si se anclaba en
fundamentos correctos.
Por último, expone una breve
estrategia a seguir a la hora de innovar: una vez que ya sabemos sobre lo que
queremos crear, no tener miedo y experimenta ideas erróneas en torno a ello.
Esto a veces se aplica en la vida real;
tal es el método usado en algunas reuniones de empresa llamado brainstorming
o tormenta de ideas, en el que hay que resolver un problema aportando todos los
asistentes cualquier cosa que se les ocurra. Siguiendo con la estrategia
descrita por Fernando Trías de Bes, hay que hallar alguna solución innovadora y
desarrollarla estudiando adónde nos llevan esas nuevas ideas.
Quizás a veces, sólo a veces, nos hacía falta no racionalizar tanto, no
pensar demasiado en que todo lo que hacemos puede acarrear consecuencias
negativas, porque de ese modo es difícil evolucionar.
Luego, nos daremos cuenta de que nos hemos equivocado, y llega el
arrepentimiento por la falta de iniciativa que tuvimos en un momento pasado,
adolecemos de culpabilidad.
Esto
se puede aplicar a cualquier faceta de nuestra vida; es sólo ser un poco más
valientes. La cobardía se acentúa porque rara vez somos capaces de expresar
nuestros sentimientos tal y como queremos; hay cosas buenas que la gente deja
escapar. Unas veces porque no se atreve uno a dejar entrever lo que piensa,
otras porque no hay diálogo...por cualquier motivo, el caso es que se echa todo
a perder.
Puede
que nos equivoquemos, pueden que alguna vez se rían de nosotros y lo pasemos
mal. Puede que no elijamos correctamente. Pero tendremos la oportunidad de
conseguir lo que queremos. Quien no se arriesga, nada pierde, pero nunca
ganará.
Entre la multitud de textos y
libros que tratan el tema del valor, del miedo al fracaso, de cómo enfocar la
actitud personal frente a los problemas o retos cotidianos, podemos hablar del
libro de John C. Maxwell (Escritor,
orador, nacido en Michigan, EEUU, que recibió el Premio Nobel de Literatura en
el año 2003) Actitud
de vencedor.
En dicho libro nos
describe cómo después de que tengamos ese sentimiento de miedo al fracaso (la
primera tormenta interna), lo que hacemos es rechazarlo o no aceptarlo, cuando
el paso correcto que deberíamos dar es lograr una comprensión y aceptación de
ese temido fracaso, siendo éstas un entendimiento que nos lleve a ser activos,
sabiendo que el error es una posible parte de toda actividad o acción que se
lleva a cabo, y que la gran parte de los éxitos que se han logrado han pasado
por una etapa de experimentación y pruebas, como manera de llegar a un fin
concreto. Hay que tener claro que el camino hacia el éxito está marcado por
repetidos fallos.
Se cita como ejemplo
la vida del decimosexto presidente estadounidense, Abraham Linconl,
comprometido con la lucha contra la esclavitud y asesinado en el año 1865
cuando asistía a una representación teatral. Su biografía refleja que podemos y debemos «caer» e irnos de bruces hacia el éxito.
El autor nos pone de
manifiesto cómo bajo las grandes hazañas, o bajo las vidas de importantes
hombres y mujeres suele subyacer el fracaso como base a lo que luego se
convertiría en algo digno de ser recordado. Todos parten de una cierta
curiosidad, rodeada de actividad y fracaso, que luego conseguirían transformar.
Sin esa parte activa, no hubieran hecho nada de lo que finalmente consiguieron.
Deja de manifiesto que una pasividad provocada por querer hacerlo todo bien no
conduce a nada.
Poniendo varios ejemplos, menciona a
hombres de la talla de Edison, que hizo inversiones de gran cantidad de dinero
en inventos sin un valor final, a Henry Ford, cuyos modelos de automóviles no
fueron siempre perfectos, ya que, por ejemplo, alguno de ellos, como su primer
automóvil, carecía de marcha atrás. Centrándose en el mundo de la música,
nombra a Enrico Caruso y a Ignace Paderewsky. Al primero de ellos, magistral
tenor italiano, un profesor le hizo una dura crítica de su voz, asemejándola
incluso con el ruido del viento, y, seguramente nunca hubiésemos disfrutado del
virtuosismo del conocido pianista polaco si se hubiera amedrentado por el poco
valor que su profesor daba a sus manos, por considerarlas demasiado pequeñas
para estar al frente de un teclado.
A veces el problema
consiste en que un conflicto que tengamos, una situación más o menos embarazosa
por la que deberíamos pasar, en nuestra cabeza se magnifica de tal manera que
lo clasificamos de inabordable. Si alguna vez hemos pasado por ello y al final
hemos ganado afrontándolo como es debido, probablemente hayamos llegado a la
conclusión de que simplemente, no era para tanto. A cambio, hemos recibido satisfacción
de ver que hemos logrado algo, ya sea con más o menos esfuerzo, pero lo hemos
logrado al fin y al cabo, aunque hayamos dejado en el camino errores y
tentativas fallidas, todo ha llegado a buen puerto. Nos hacemos más fuertes
porque nos hemos puesto al frente dela situación, y realmente disfrutaremos con
ello. Si no hubiéramos llegado a este punto, seguiríamos pensando sobre los
mismo, una y otra vez, sin poder evitarlo.
´
3- MOTIVACIÓN INTRÍNSECA
Holaa a todosss
Hoy me gustaría hablaros sobre algo que nos puede ayudar a sentirnos mejor en un momento determinado. Me refiero a la motivación intrínseca. Me preguntaréis que qué es eso... pues os lo explico enseguida. Ya veréis como es algo que aunque no lo conozcáis con ese nombre (yo me enteré de que se llamaba así hace poco) estoy segura de que todos lo aplicáis con mayor o menor frecuencia para sobrellevar de una forma más adecuada alguna decepción.
Supongamos eso precisamente; que habéis sufrido una decepción. Se me ocurren bastantes ejemplos, relacionados todos ellos con el reconocimiento de los demás hacia nosotros; reconocimiento de habilidades, de inteligencia, de cualidades físicas... de lo que sea. Imaginaos lo que esperáis siempre de un amigo ( que cuente con nosotros), de una pareja (que nos quiera), de una relación laboral (que e considere bueno nuestro trabajo)...
Puede llegar un momento en que dicho reconocimiento no sea el que esperamos; que nuestro jefe no considere nuestro trabajo de calidad, que no se consiga un objetivo propuesto, que los amigos debido a que cada uno tiene su vida nos hagan sentir que no nos valoran, que la pareja pierda interés en nosotros...
Pues hay dos formas de actúar en estos casos; pensar que si no nos valoran algo de razón tendrán (nos sentiremos muy muy mal), o seguir satisfechos con nosotros mismos porque creemos que hacemos las cosas lo mejor posible y sólo nos queda adaptarnos a las situaciones sin empezar a perder autoestima.
Pues en eso consiste la idea que yo tengo de la motivación intrínseca: actuar y hacer las cosas como mejor creemos y porque queremos hacerlas y no depender tanto de lo que hay fuera.
Lo que os pongo a continuación es de la web http://superdotados.about.com/od/glossary/g/intrinsic.htm
Definición: La motivación intrínseca se refiere a la motivación que viene desde el interior de un individuo más que de cualquier recompensa externa o del exterior, como el dinero o las notas.
La motivación proviene del placer que se obtiene de la propia tarea o de la sensación de satisfacción en la realización, o incluso del trabajo en una tarea.
Una persona intrínsecamente motivada trabaja en una ecuación matemática, por ejemplo, porque lo disfruta. O una persona intrínsecamente motivada trabaja en una solución de un problema porque el reto de encontrar una solución le proporciona una sensación de placer. En ninguno de los casos la persona realiza la tarea porque hay algún tipo de recompensa implícita, como un premio, un pago, o en el caso de los estudiantes, una nota.
La motivación intrínseca no significa, sin embargo, que una persona no busque recompensas. Sólo quiere decir que las recompensas externas no son suficientes para mantener a una persona motivada. Un estudiante motivado intrínsecamente, por ejemplo, puede que desee obtener una buena calificación en un trabajo, pero si la tarea no le interesa al alumno, la posibilidad de una buena calificación no es suficiente para que el estudiante mantenga la motivación y ponga empeño en el proyecto .
La motivación proviene del placer que se obtiene de la propia tarea o de la sensación de satisfacción en la realización, o incluso del trabajo en una tarea.
Una persona intrínsecamente motivada trabaja en una ecuación matemática, por ejemplo, porque lo disfruta. O una persona intrínsecamente motivada trabaja en una solución de un problema porque el reto de encontrar una solución le proporciona una sensación de placer. En ninguno de los casos la persona realiza la tarea porque hay algún tipo de recompensa implícita, como un premio, un pago, o en el caso de los estudiantes, una nota.
La motivación intrínseca no significa, sin embargo, que una persona no busque recompensas. Sólo quiere decir que las recompensas externas no son suficientes para mantener a una persona motivada. Un estudiante motivado intrínsecamente, por ejemplo, puede que desee obtener una buena calificación en un trabajo, pero si la tarea no le interesa al alumno, la posibilidad de una buena calificación no es suficiente para que el estudiante mantenga la motivación y ponga empeño en el proyecto .
2- FRASES SOBRE EL VALOROs dejo unas cuantas frases para pensar un poco sobre la importancia de saber llevar los momentos difíciles, pues seguro que antes o después nos tocará pasar uno de ellos. Se trata también de actitud ante las cosas cotidianas.
Albert Einstein (1879-1955) Científico alemán nacionalizado estadounidense.
El éxito no es definitivo, el fracaso no es fatídico. Lo que cuenta es el valor para continuar.
Winston Churchill (1874-1965) Político británico.
A veces tenemos que perder las cosas para entender la importancia que tienen.
Susanna Tamaro (1957-?) Novelista italiana.
La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas.
Karl Marx (1818-1883) Filósofo y economista alemán.
Nada que se consiga sin pena y sin trabajo es verdaderamente valioso.
Joseph Addison (1672-1719) Ensayista, poeta y dramaturgo inglés.
El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor.
Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español.
El verdadero valor consiste en prever todos los peligros y despreciarlos cuando llegan a hacerse inevitables.
Fénelon (1651-1715) Escritor y teólogo francés.
El coraje no se puede simular: es una virtud que escapa a la hipocresía.
Napoleón I (1769-1821) Napoleón Bonaparte. Emperador francés.
Valor es lo que se necesita para levantarse y hablar; pero también es lo que se requiere para sentarse y escuchar.
1- OPTIMISMO, optimum
Para empezar esta nueva página, qué mejor que hablar del optimismo, ya que el blog pretende fomentarlo :)
Disfrutad, y a ser optimistas!
Optimismo-del
latín optimum, significa “lo mejor”-
"Las crisis nos
hacen más inteligentes, nos obligan a dar solución a problemas que
sabíamos que existían, pero no podíamos resolver por estar
demasiado ocupados."
Jim Wolfensohn,
Presidente del Banco
Mundial durante el periodo (1995 – 2005)
En el
libro Los aires difíciles,
de la escritora española Almudena Grandes, hay una gran mezcla de
pasiones humanas, algunas enfrentadas entre sí. En esta novela, los
personajes principales se intentan ubicar en su mundo, después de
que sufrieran en sus vidas golpes que les hicieron su existencia
bastante más complicada. Es una lucha por sobrellevar los momentos
difíciles. “Después regresó al
coche. Nicanor había vuelto al lado de Damián, que miraba al vacío
con los brazos flojos, caídos a los lados, y el aspecto penoso,
inservible, de un globo arrugado y sucio justo después de
desinflarse.[...]”
Ser
optimista, tener el denominado optimismo vital, nos hace más
fuertes, de cara a los problemas que nos surgen en la vida; nos hace
creer que todo es más fácil, y que tarde o temprano las cosas se
solucionarán si en algún momento no nos va demasiado bien. Pensar
que algo tiene solución nos hace ver que merece la pena intentar
conseguir arreglarlas; y al contrario, si el optimismo no nos
acompaña, ¿cómo no va a ser una pérdida de tiempo luchar por algo
que no vamos a alcanzar o solucionar? Si lo vemos todo negro nos
desmoralizamos más fácilmente y dejamos de intentarlo.
Este
rasgo de la personalidad es estudiado entre otros por los expertos en
la denominada psicología positiva.
Esta rama de la psicología investiga de manera científica (siempre
de manera rigurosa, no apoyada en cuestiones de tipo espiritual o de
otro tipo) los sentimientos, emociones o características positivas
del ser humano, con el propósito de ayudar a las personas con
ciertos problemas mentales, y a la vez, intentar incrementar nuestro
bienestar con mayor conocimiento de las parcelas del ser humano
mencionadas antes.
Hay un dicho popular que dice que si las cosas tienen remedio, no tiene sentido preocuparse por ello, y que si no tiene, ¿por qué preocuparse por ello igualmente? Totalmente cierto; pensar que algo no tiene arreglo nos hace desistir de nuestro empeño por cambiar las cosas.
La felicidad está relacionada en cierto modo con el optimismo; una persona positiva seguramente será más feliz que una pesimista, pues sabe encontrar la parte buena de todo lo que ocurre, de lo bueno y quizás de lo malo también, aplicando aquello de que no hay mal que por bien no venga.
Ser pesimista es tener la presunción de que lo que ocurrirá en el futuro no será bueno, tener falta de esperanza en lo que está por venir, tener pensamientos nada positivos; no disfrutar plenamente de las cosas buenas encontrando problemas en casi todo lo que les rodea.
Puede que ser pesimista pueda tener alguna ventaja, tal como imponer cierta cautela ante las acciones que llevaremos a cabo, pues seguramente una persona pesimista analizará el “qué podrá pasar” de una manera diferente a una optimista. Puede que al tener más presente las cosas malas que puedan pasar sean personas más precavidas que otras que no vean las cosas negativas que podrían ocurrir en un momento dado.
Los beneficios de ser optimistas son mucho mayores: ante un mal momento, el sentimiento de fracaso, tristeza o depresión serán menores, y el tiempo de recuperación será menor también. Sobre la salud aporta beneficios también, mentales y físicos. Se tiene mayor control sobre las cosas que nos ocurren.
Ser
optimista o pesimista está causado porque no existe un única visión
de la realidad, sino tantas como individuos la observan e
interaccionan con ella. Los estímulos que recibimos son tan diversos
y diferentes de los de la persona de al lado, que es inevitable que
juzguemos lo que ocurre a nuestro alrededor de forma diferente.
Nuestras circunstancias y entorno son elementos diferenciadores, que
conforman vidas que no son iguales, por lo que nunca, ante una misma
situación, reaccionaremos todos con la misma respuesta. Como ejemplo
de uno de esos elementos diferenciadores podemos nombrar la
educación. Tal y como defiende el optimismo pedagógico, la
educación es generadora de cambios sociales e individuales.
Lo que sí se puede hacer es hacer un esfuerzo que inyecte algo de ilusión a nuestro día a día, y ver de otra forma como serán nuestros acontecimientos futuros para tener más energía para afrontarlos. Algo tenemos siempre que decir acerca del tipo de persona que queremos ser, tener un proyecto de vida, y moldearnos con ilusión y sensatez, a sabiendas de que será siempre una labor difícil.
La orientación hacia una actitud positiva requiere esfuerzo y disposición. La búsqueda de soluciones y disminución del nivel de crítica, y contar con los demás aceptando el valor de su ayuda y capacidad son un comienzo a la hora de buscar ser una persona optimista.
LOS BENEFICIOS DEL OPTIMISMO
Álex Rovira Celma, profesor de ESADE, escritor y conferenciante
diario
El País
11 de
diciembre de 2005
Cada
vez más investigaciones muestran los beneficios físicos,
psicológicos e incluso económicos que genera una actitud optimista
ante la vida. Aliados asociados como el coraje, la esperanza, la
confianza, la pasión, la perseverancia o el entusiasmo son capaces
de transformar nuestra realidad y hacernos más felices.
¿Qué
es el optimismo? Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de
Pennsylvania, está considerado uno de los principales expertos en el
estudio de las diferencias entre optimistas y pesimistas. Según este
profesor, el optimismo está muy relacionado con la responsabilidad
que asumimos o no las personas ante aquello que nos ocurre. En
definitiva, el optimista se hace y se sabe responsable de aquello que
le sucede, y, por tanto, se cuestiona qué es lo que puede hacer para
rectificar, mejorar o cambiar una determinada situación. Por el
contrario, el pesimista tiende a sentirse impotente frente al mundo o
incluso frente a sí mismo y espera pasivamente a que sean las
circunstancias externas las que cambien. Los optimistas tienden a
interpretarse más como causas de aquello que les ocurre, mientras
que los pesimistas tienden a sentirse efectos de las circunstancias
exteriores. Otra diferencia interesante es que le optimista tiende a
percibir los aspectos positivos de sí mismo, del otro y de la
realidad que le rodea, mientras que le pesimista se concentra en los
aspectos negativos. En consecuencia, las emociones del optimista se
mueven en un espectro que incluye el coraje, el entusiasmo, la
pasión, la confianza, la esperanza o el ver los errores como
oportunidades para aprender. Por su parte, el pesimista tiene un
mayor riesgo de sufrir problemas emocionales, ya que demasiado a
menudo el sentimiento de culpa e impotencia facilita la sensación de
fracaso y la percepción de imposibilidad e cambio o mejora. Las
personas optimistas tienden a ser más perseverantes y a ver
realizados sus proyectos en mayor medida que los pesimistas.
En
este sentido, conviene no confundir optimismo con ingenuidad o
negación de la realidad, ya que ser optimista no implica negar los
problemas que la realidad presenta, sino asumir su existencia y
definir estrategias de acción basadas en la esperanza para afrontar
la realidad y transformarla.
Una
investigación de la clínica Mayo de Nueva York con 839 personas
concluyó que los optimistas viven alrededor de un 19% más que los
pesimistas. Esta investigación, que duró 30 años, afirmaba que la
salud no depende sólo de valores físicos, sino también de la
actitud con la que las personas enfrentan la vida. En caso de tener
que afrontar situaciones generadoras de estrés, los optimistas
tienden a experimentar estados de ánimo menos negativos que los
pesimistas, lo cual se manifiesta en comportamientos de salud más
adaptables y en un mejor sistema inmunológico. El pesimista tiende a
retraerse o darse por vencido en mayor medida. Diversos
investigadores sostienen que los pacientes optimistas se recuperan
con mayor rapidez y tienden a tener menos complicaciones
postoperatorias.
Más
hace le que quiere que el que puede.
C.R.Zinder, doctor en psicología de la Universidad de Kansas,
realizó un estudio en le que concluyó que el rendimiento académico
de un alumno depende más de su actitud que de su cociente
intelectual. Según él, lso mejores resultados académicos lso
obtienen más los alumnos con una actitud optimista y positiva que
aquellos que obtienen buenos resultados en test que miden le cociente
intelectual. En este sentido, los objetivos elevados, pero
razonables, y los planes de acción para alcanzarlos parecen será
las claves del buen resultado universitario. En definitiva, más hace
el que quiere que el que puede.
Otro
caso nos lo presenta el doctor Mark Albion en su libro Vivir
y ganarse la vida.
Según este prestigioso profesor, la confianza, la esperanza y el
amor a lo que uno desea hacer en la vida ganan la partida a la
búsqueda de la seguridad que nace del miedo derivado de una visión
pesimista de la existencia.
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