19 abr 2013

LSD... EL ORIGEN

Todo empezó por accidente. Un buen día se le ocurrió que su 25ª síntesis de dietilamida de ácido lisérgico (LSD-25) quizá pudiese servir contra las jaquecas. El compuesto llevaba cinco años olvidado y el profesor Albert Hofmann, químico empleado en los laboratorios del gigante farmacéutico suizo Sandoz en Basilea, decidió darle una nueva oportunidad.
Un descuido hizo que una cantidad ínfima de la sustancia, elaborada con alcaloides presentes en el cornezuelo del centeno, entrase en contacto con su piel y le provocase "alucinaciones caleidoscópicas de extraordinaria plasticidad y viveza". Tres días después, hoy hace exactamente 70 años, disolvió 250 microgramos en un vaso de agua y lo bebió.
Los efectos de la primera vez se multiplicaron hasta lo insoportable. Hofmann temió haber dañado su cerebro permanentemente, creyó incluso que iba a morir. A la mañana siguiente, sin embargo, sintió una vitalidad extraordinaria: todo brillaba a su alrededor y sus sentidos vibraban en perfecta comunión con el universo. Como si hubiese vuelto a nacer.
 
Las investigaciones iniciales fueron prudentes. En 1947, el doctor Werner Stoll, hijo del presidente de Sandoz, Arthur Stoll, fue el primero en estudiar las propiedades psicológicas del LSD. Observó que producía alteraciones de la percepción, alucinaciones y aceleración del pensamiento, además de agudizar la suspicacia habitual de los esquizofrénicos. No apreció efectos negativos.
 

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