http://elpais.com/elpais/2013/04/05/gente/1365161975_522986.html
"No eres lo que logras, sino lo que superas”. En aquellos días de tormenta,
Tiger Woods recordó la frase que le dijo su padre. Le había educado con la vara
de un régimen militar. El golf como escuela de vida, la disciplina por encima de
todo. El nombre de Tiger, incluso, copiado de un coronel compañero en Vietnam. Y
sí, en diciembre de 2009 Tiger lo había logrado todo. Era inmensamente rico, el
primer deportista de la historia en ganar 1.000 millones de dólares; famoso e
imagen de marcas globales: Nike, General Motors, Pepsi…; un hombre de familia
casado con una modelo sueca y padre de dos niños en su mansión de Florida; el
jugador que había cambiado para siempre el golf, el número uno indiscutible, el
vencedor de 14 grandes; y por si fuera poco, un símbolo multirracial contra el
racismo. Tiger lo tenía todo, y todo saltó en pedazos cuando esa noche de Acción
de Gracias comenzó a saberse que su vida no era tan “aburrida” como decía ni tan
perfecta como todos creían. El
culebrón de sus infidelidades le convirtió en poco menos que un demonio para
una sociedad estadounidense puritana que le creía un dios.
Fue un linchamiento público, un escarnio. ¡Pecador, yonqui del sexo, traidor!
Sus aventuras extramatrimoniales se magnificaron de manera descontrolada. Una,
dos, tres... más de 10 mujeres aseguraban haber estado entre las sábanas del
Tigre. Los medios comenzaron a hablar de un harén. Una camarera de Orlando, una
chica de Nueva York, una actriz porno, una prostituta... Se les conocía como la
mujer número tal o cual. Se hicieron bromas, fotomontajes y chistes, y hasta una
empresa de Canadá comercializó una caja de bolas
de golf con las caras y los nombres de las supuestas amantes.
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