En el teléfono de Marina Villanueva no hay fotos de noches de fiesta 
o de vacaciones en la playa, como en el de cualquier joven de 19 años. El móvil 
de Marina está repleto de fotos de niños: “la peque con un pirri, el 
nene poniendo muecas” o las navidades con los dos hermanos que ya se fueron en 
adopción. Desde hace más de una década sus padres hacen lo que se llama 
acogimiento familiar. “¿Acogi...qué?”, le pregunta la gente cuando la ven 
sacando a pasear a un recién llegado. Por enésima vez le toca explicar que 
reciben en su casa de forma temporal a menores en situación de desamparo 
mientras la administración les busca una solución permanente.
El acogimiento existe desde tiempos inmemoriales bajo la forma de 
abuelos, tíos o demás allegados que se hacen cargo de los niños a los que, por 
cualquier motivo, sus padres no pueden atender. Lo que no es tan habitual, es 
que sea una familia ajena la que cumpla esta labor. En España está regulado desde 1996 y es el punto principal del Plan de 
Infancia presentado por el Ministerio 
de Sanidad, Servicios sociales e Igualdad, que prioriza la atención familiar 
frente a la residencial para los menores de tres años.
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